El Club Nuevo Mundo inició el 29 de septiembre un ciclo dedicado a los desafíos del fin del mundo, un proyecto destinado a compartir con la sociedad los conocimientos críticos para gestionar la presente crisis de nuestra civilización. La serie de encuentros digitales se propone abrir debate y explorar soluciones sobre el Cambio Global en medio de una crisis civilizatoria profunda.
Cuatro científicos del máximo nivel reunidos por el Club Nuevo Mundo. Vamos a comentar y reflejar cada una de las ponencias que al final del artículo se pueden encontrar en enlaces por separado, o todas juntas, incluyendo el capítulo de preguntas y respuestas. Los científicos, desde cada uno de sus campos, han coincidido en el diagnóstico de que la Tierra y la civilización afrontan una fase terminal si no actuamos decididamente como una sola sociedad, como una especie. También coinciden en que la respuesta ha de ser múltiple, compleja e interdisciplinar, pues como dijo en un momento de su intervención la investigadora doctora Emma Huertas “no en vano la Tierra es un todo y el freno al suicidio global que se deduce de los diagnósticos debe abordarse con una perspectiva holística”.
También consideran, a la luz de la ciencia y de muchos estudios científicos, que la raíz de este desastre se ha ido forjando desde un sistema socioeconómico que ha perdido el rumbo y que ha entronizado como verdad absoluta a postulados que son exclusivamente ideológicos, relativos al mercado y que han llevado a la economía a un estado de financiarización y especulación que produce una desigualdad cada vez mayor, precisamente de manera proporcional a la pérdida de biodiversidad y agotamiento de recursos que dicho sistema económico a su vez comporta. Un tipo de sistema económico, ciertamente salvaje, que ha dado la espalda tanto a la naturaleza como a la ciencia.
Cuatro científicos del máximo nivel reunidos por el Club Nuevo Mundo. Vamos a comentar y reflejar cada una de las ponencias que al final del artículo se pueden encontrar en enlaces por separado, o todas juntas, incluyendo el capítulo de preguntas y respuestas. Los científicos, desde cada uno de sus campos, han coincidido en el diagnóstico de que la Tierra y la civilización afrontan una fase terminal si no actuamos decididamente como una sola sociedad, como una especie. También coinciden en que la respuesta ha de ser múltiple, compleja e interdisciplinar, pues como dijo en un momento de su intervención la investigadora doctora Emma Huertas “no en vano la Tierra es un todo y el freno al suicidio global que se deduce de los diagnósticos debe abordarse con una perspectiva holística”.
También consideran, a la luz de la ciencia y de muchos estudios científicos, que la raíz de este desastre se ha ido forjando desde un sistema socioeconómico que ha perdido el rumbo y que ha entronizado como verdad absoluta a postulados que son exclusivamente ideológicos, relativos al mercado y que han llevado a la economía a un estado de financiarización y especulación que produce una desigualdad cada vez mayor, precisamente de manera proporcional a la pérdida de biodiversidad y agotamiento de recursos que dicho sistema económico a su vez comporta. Un tipo de sistema económico, ciertamente salvaje, que ha dado la espalda tanto a la naturaleza como a la ciencia.
Primera ponencia, Dr. Fernando Valladares: El cambio climático, las pandemias y las crisis de biodiversidad son el resultado de un sistema socioeconómico enfrentado a la naturaleza
Fernando Valladares, Doctor en Ciencias Biológicas, nos dice que el cambio climático, las pandemias y las crisis de biodiversidad son el resultado de un sistema socioeconómico enfrentado a la naturaleza. "Las consecuencias de décadas de enfrentarnos a la naturaleza, explotando sus recursos de forma insostenible, extinguiendo especies y degradando ecosistemas está provocando crisis que comprometen la salud y el futuro de la humanidad. La pandemia, como el cambio climático, son escalofriantes ejemplos de las consecuencias de nuestro modelo socioeconómico que se enfrenta a la naturaleza en lugar de aliarse a ella"
Para entender las crisis ambientales hay que entender los procesos y la gran crisis del sistema socioeconómico que nos ha traído estos problemas globales a la Humanidad, comienza. Algunas cifras de nuestro impacto en el planeta ya nos avisan de la capacidad que tenemos para afectar todos sus procesos. Valladares nos da estos datos: “Nosotros y nuestros animales domésticos somos aproximadamente el 98% de la masa de mamíferos del mundo, cuando hace pocos siglos sólo representábamos el 2%. Aproximadamente el 40% de la superficie de la Tierra está completamente modificada de forma artificial (urbana, suburbana, agrícola)”.
Estos datos dan una medida de la enorme capacidad que tenemos de cambiar la cosas a nivel global en poco tiempo. La salud ha pasado de relacionarse con causas naturales, por siglos, como las enfermedades infecciosas, causantes de muerte, a una salud que ahora es básicamente afectada por la dimensión ambiental afectada por el ser humano. Más datos, extraídos de estudios científicos nos aporta Valladares: Más del 80% de los cánceres infantiles son de origen ambiental, la medicina tradicional solo podrá actuar pues, sobre el otro 20% restante, nuestra salud dependerá cada vez más de los especialistas del medio ambiente.
En su diagnóstico y la dura exposición de los datos, el doctor Fernando Valladares nos recuerda que en 2015, la Fundación Rockefeller y The Lancet lanzaron el concepto, respaldado por fondos e ideas, One health , que derivó en un programa de la ONU, a tener en cuenta: una salud única, animal y humana, de la biodiversidad y de la humanidad, la salud y equilibrio está estrechamente unida, equipos multidisciplinares, médicos, veterinarios, especialistas en agricultura, botánicos, genéticos y un largo etcétera.
Sobre las condiciones de entorno que han dado lugar a una pandemia largamente anunciada y en particular para el caso de la Covid 19, nuevas y viejas actividades humanas se conjugan, inaceptables, son los mercados húmedos, el tráfico ilegal de especies, la deforestación y la globalización. Estas actividades, prosigue Fernando Valladares, aumentan las posibilidades de la difusión de patógenos, los patógenos siguen el avance de nuestra destrucción ambiental. Las enfermedades infecciosas siguen la degradación tropical. Destrozamos la naturaleza en los trópicos: antes había una cierta barrera natural y enfermedades como la fiebre amarilla, pero nuestra tecnología y capacidades ya nos han permitido entrar y destruir las selvas tropicales e implantar explotaciones agrícolas y ganaderas intensivas donde antes sólo había selva.
Las enfermedades infecciosas emergentes fueron abundantes en regiones templadas para el periodo 1940-2004, como muestra Jones y colaboradores en su estudio de 2008. Actualmente el riesgo de estas infecciones está aumentando en regiones tropicales, en paralelo a su deterioro, según una investigación reciente de Allen y otros en 2017. El sudeste asiático, donde se encuentra el origen del COVID 19, se postuló como de especial riesgo de zoonosis hace ya más de tres años. Es terrible, pero es verdad.
Conviene seguir atentamente el vídeo de la conferencia de Valladares y seguir las explicaciones sobre cómo y con qué procesos la naturaleza nos defiende de las pandemias mediante su biodiversidad y equilibrio natural. Una vez que rompemos éstas acabamos con esa barrera de protección y llegan las zoonosis pandémicas.
Pandemias y Biodiversidad
También en su charla demuestra cómo la biodiversidad de aves disminuye la transmisión de zoonosis. Y se refiere al episodio veraniego de la enfermedad del virus del Oeste del Nilo (WNV) en Sevilla. Las aves actúan de hospedadores del virus y cuando hay muchas especies de aves en un sitio, el virus se queda en ellas sin pasar a humanos. Pero en caso contrario llega a las personas.
El doctor Fernando Valladares también nos contó una pequeña historia ficticia. Si llegase un extraterrestre a la Tierra no entendería por qué extinguimos a los animales que nos protegen de las infecciones y nos rodeamos de aquellos que nos las transmiten. Los mamíferos que más humanos matan no son ni tigres, ni leones, ni lobos. Son ese centenar de especies acostumbradas a los entornos humanos o directamente animales domésticos. Mamíferos que albergan patógenos que periódicamente saltan o pueden saltar a humanos. Este extraterrestre se llevaría las manos a la cabeza y nos pediría explicaciones ante el sinsentido ¿Pero cómo elimináis a las especies que más os protegen y os rodeáis de las que menos y más virus os pueden transmitir?
El doctor Fernando Valladares, tanto como los otros científicos del panel, a lo largo de sus carreras, han colaborado con empresas y entidades multinacionales y también están acostumbrados a participar en foros económicos o financieros. Los conocen de cerca. Valladares maneja una serie de datos del World Economic Forum, el lugar donde dice se decide el futuro de las personas desde el punto de vista económico. En los últimos años, el principal objetivo del WEF es mejorar el estado del mundo para hacer dinero y negocio. En el WEF se han venido presentando informes muy serios, dotados de mucha visión financiera, con una inversión enorme y los mejores matemáticos estadísticos y científicos contratados. Han resultado muy preocupados por el deterioro absoluto, ecológico y climático del mundo. Claro, sin mundo va a ser difícil hacer negocios. Las 2 conclusiones básicas del Foro Económico Mundial que lo que está haciendo daño a la economía es la destrucción del entorno, de la seguridad de un entorno en equilibrio y a pleno rendimiento y que el problema es el Cambio Climático y el deterioro de la naturaleza. Vaya.
Finalmente en su corta y densa conferencia, Valladares demuestra que las áreas protegidas nos dan bienestar por valor de mil veces lo que cuesta mantenerlas protegidas y en equilibrio. El gasto en conservar naturaleza NO ES un gasto, ES una inversión. Y muy rentable.
Una de las opciones comúnmente aceptadas en la gestión socioeconómica es la de tener que reducir pobreza o reducir impacto ambiental, ya que se consideran excluyentes. Un importante estudio en Indonesia, un punto caliente de biodiversidad y a la vez una de las zonas más afectadas por la deforestación, muestra que incentivos económicos para aliviar la pobreza, en pueblos situados en bosque primario, tuvieron un efecto protector del mismo, disminuyendo la deforestación muy significativamente en los años siguientes a su implantación. El estudio de Ferraro y Sigmorangkir (2020, Sci. Adv 6 Junio) desmonta uno de los grandes mitos de la modernidad y abre puertas a nuevos equilibrios entre economía, conservación y desigualdad social.
Hay soluciones
A lo largo de su conferencia, el doctor Fernando Valladares, a la vez que expone el estado catastrófico de la biodiversidad planetaria, va desgranando conocimiento científico que ofrece soluciones y casos de éxito. Muy importante, dice, es cambiar prioridades. Ahora el peligro más inminente es el cambio climático y la cascada de crisis (sanitaria, social, económica) asociadas a un modo de vida no sostenible. Alimentando ejércitos propios y ajenos nos protegemos ante lo que menos nos amenaza. Apunta a redirigir el gasto en defensa hacia las auténticas amenazas. Cambiando las prioridades, las cuentas salen. Un artículo en Nature del 20 de agosto, escrito por Denise García, lo demuestra. Ahorrando gasto militar llegamos de sobra a cubrir los gastos de alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y para implementar el acuerdo de Paris y contener el cambio climático. De hecho el gasto militar no reduce, sino que perpetúa e incluso incrementa el coste económico de la violencia en todos los países del mundo.
También se ha demostrado más barato conservar la naturaleza que atajar pandemias. En un artículo en Science, Dobson y colaboradores (2020: 369, 6502) calculan que los costes globales de prevenir pandemias estarían entre 17 y 27 mil millones de dólares, mientras que los costes de la COVID 19 están entre 8 y 16 billones de dólares. Además, los costes de la prevención se reducen a la mitad porque las medidas conllevan beneficios en carbono (reducción de emisiones). El doctor Valladares explica en su conferencia y abunda en el tiempo dedicado a preguntas, que las tres medidas claves de prevención contempladas que tienen que ponerse en marcha son: Detener la deforestación en zonas tropicales, limitar el comercio de especies y establecer una red de alerta y control temprano de pandemias.
Que también tenemos que aceptar que, en muchos asuntos clave del presente y del futuro cercano, tendremos muchas opciones posibles a nuestro alcance, pero ninguna de ellas causará daños y sufrimientos importantes, aunque tampoco evitará todos los daños y sufrimientos. Se trata de compartir la responsabilidad como sociedades nacionales, pero también a nivel de gobernanza mundial. Lo que no se puede es simplificar la crisis medioambiental y aplicar supuestas soluciones en función de esa simplificación o elegir no hacer nada. Hay que implicarse.
El movimiento de activismo climático Extinction Rebellion ha citado directamente a Fernando Valladares, tanto de esta conferencia como de su reciente intervención en el Congreso de los diputados: «El cambio climático mata. Este año morirán del orden de un cuarto de millón de personas de forma directa, pero la cifra asciende a decenas de millones si incluimos las causas indirectas». Por ello coincide con el resto de científicos del panel que una de las opciones es abrazar el activismo.
Para entender las crisis ambientales hay que entender los procesos y la gran crisis del sistema socioeconómico que nos ha traído estos problemas globales a la Humanidad, comienza. Algunas cifras de nuestro impacto en el planeta ya nos avisan de la capacidad que tenemos para afectar todos sus procesos. Valladares nos da estos datos: “Nosotros y nuestros animales domésticos somos aproximadamente el 98% de la masa de mamíferos del mundo, cuando hace pocos siglos sólo representábamos el 2%. Aproximadamente el 40% de la superficie de la Tierra está completamente modificada de forma artificial (urbana, suburbana, agrícola)”.
Estos datos dan una medida de la enorme capacidad que tenemos de cambiar la cosas a nivel global en poco tiempo. La salud ha pasado de relacionarse con causas naturales, por siglos, como las enfermedades infecciosas, causantes de muerte, a una salud que ahora es básicamente afectada por la dimensión ambiental afectada por el ser humano. Más datos, extraídos de estudios científicos nos aporta Valladares: Más del 80% de los cánceres infantiles son de origen ambiental, la medicina tradicional solo podrá actuar pues, sobre el otro 20% restante, nuestra salud dependerá cada vez más de los especialistas del medio ambiente.
En su diagnóstico y la dura exposición de los datos, el doctor Fernando Valladares nos recuerda que en 2015, la Fundación Rockefeller y The Lancet lanzaron el concepto, respaldado por fondos e ideas, One health , que derivó en un programa de la ONU, a tener en cuenta: una salud única, animal y humana, de la biodiversidad y de la humanidad, la salud y equilibrio está estrechamente unida, equipos multidisciplinares, médicos, veterinarios, especialistas en agricultura, botánicos, genéticos y un largo etcétera.
Sobre las condiciones de entorno que han dado lugar a una pandemia largamente anunciada y en particular para el caso de la Covid 19, nuevas y viejas actividades humanas se conjugan, inaceptables, son los mercados húmedos, el tráfico ilegal de especies, la deforestación y la globalización. Estas actividades, prosigue Fernando Valladares, aumentan las posibilidades de la difusión de patógenos, los patógenos siguen el avance de nuestra destrucción ambiental. Las enfermedades infecciosas siguen la degradación tropical. Destrozamos la naturaleza en los trópicos: antes había una cierta barrera natural y enfermedades como la fiebre amarilla, pero nuestra tecnología y capacidades ya nos han permitido entrar y destruir las selvas tropicales e implantar explotaciones agrícolas y ganaderas intensivas donde antes sólo había selva.
Las enfermedades infecciosas emergentes fueron abundantes en regiones templadas para el periodo 1940-2004, como muestra Jones y colaboradores en su estudio de 2008. Actualmente el riesgo de estas infecciones está aumentando en regiones tropicales, en paralelo a su deterioro, según una investigación reciente de Allen y otros en 2017. El sudeste asiático, donde se encuentra el origen del COVID 19, se postuló como de especial riesgo de zoonosis hace ya más de tres años. Es terrible, pero es verdad.
Conviene seguir atentamente el vídeo de la conferencia de Valladares y seguir las explicaciones sobre cómo y con qué procesos la naturaleza nos defiende de las pandemias mediante su biodiversidad y equilibrio natural. Una vez que rompemos éstas acabamos con esa barrera de protección y llegan las zoonosis pandémicas.
Pandemias y Biodiversidad
También en su charla demuestra cómo la biodiversidad de aves disminuye la transmisión de zoonosis. Y se refiere al episodio veraniego de la enfermedad del virus del Oeste del Nilo (WNV) en Sevilla. Las aves actúan de hospedadores del virus y cuando hay muchas especies de aves en un sitio, el virus se queda en ellas sin pasar a humanos. Pero en caso contrario llega a las personas.
El doctor Fernando Valladares también nos contó una pequeña historia ficticia. Si llegase un extraterrestre a la Tierra no entendería por qué extinguimos a los animales que nos protegen de las infecciones y nos rodeamos de aquellos que nos las transmiten. Los mamíferos que más humanos matan no son ni tigres, ni leones, ni lobos. Son ese centenar de especies acostumbradas a los entornos humanos o directamente animales domésticos. Mamíferos que albergan patógenos que periódicamente saltan o pueden saltar a humanos. Este extraterrestre se llevaría las manos a la cabeza y nos pediría explicaciones ante el sinsentido ¿Pero cómo elimináis a las especies que más os protegen y os rodeáis de las que menos y más virus os pueden transmitir?
El doctor Fernando Valladares, tanto como los otros científicos del panel, a lo largo de sus carreras, han colaborado con empresas y entidades multinacionales y también están acostumbrados a participar en foros económicos o financieros. Los conocen de cerca. Valladares maneja una serie de datos del World Economic Forum, el lugar donde dice se decide el futuro de las personas desde el punto de vista económico. En los últimos años, el principal objetivo del WEF es mejorar el estado del mundo para hacer dinero y negocio. En el WEF se han venido presentando informes muy serios, dotados de mucha visión financiera, con una inversión enorme y los mejores matemáticos estadísticos y científicos contratados. Han resultado muy preocupados por el deterioro absoluto, ecológico y climático del mundo. Claro, sin mundo va a ser difícil hacer negocios. Las 2 conclusiones básicas del Foro Económico Mundial que lo que está haciendo daño a la economía es la destrucción del entorno, de la seguridad de un entorno en equilibrio y a pleno rendimiento y que el problema es el Cambio Climático y el deterioro de la naturaleza. Vaya.
Finalmente en su corta y densa conferencia, Valladares demuestra que las áreas protegidas nos dan bienestar por valor de mil veces lo que cuesta mantenerlas protegidas y en equilibrio. El gasto en conservar naturaleza NO ES un gasto, ES una inversión. Y muy rentable.
Una de las opciones comúnmente aceptadas en la gestión socioeconómica es la de tener que reducir pobreza o reducir impacto ambiental, ya que se consideran excluyentes. Un importante estudio en Indonesia, un punto caliente de biodiversidad y a la vez una de las zonas más afectadas por la deforestación, muestra que incentivos económicos para aliviar la pobreza, en pueblos situados en bosque primario, tuvieron un efecto protector del mismo, disminuyendo la deforestación muy significativamente en los años siguientes a su implantación. El estudio de Ferraro y Sigmorangkir (2020, Sci. Adv 6 Junio) desmonta uno de los grandes mitos de la modernidad y abre puertas a nuevos equilibrios entre economía, conservación y desigualdad social.
Hay soluciones
A lo largo de su conferencia, el doctor Fernando Valladares, a la vez que expone el estado catastrófico de la biodiversidad planetaria, va desgranando conocimiento científico que ofrece soluciones y casos de éxito. Muy importante, dice, es cambiar prioridades. Ahora el peligro más inminente es el cambio climático y la cascada de crisis (sanitaria, social, económica) asociadas a un modo de vida no sostenible. Alimentando ejércitos propios y ajenos nos protegemos ante lo que menos nos amenaza. Apunta a redirigir el gasto en defensa hacia las auténticas amenazas. Cambiando las prioridades, las cuentas salen. Un artículo en Nature del 20 de agosto, escrito por Denise García, lo demuestra. Ahorrando gasto militar llegamos de sobra a cubrir los gastos de alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y para implementar el acuerdo de Paris y contener el cambio climático. De hecho el gasto militar no reduce, sino que perpetúa e incluso incrementa el coste económico de la violencia en todos los países del mundo.
También se ha demostrado más barato conservar la naturaleza que atajar pandemias. En un artículo en Science, Dobson y colaboradores (2020: 369, 6502) calculan que los costes globales de prevenir pandemias estarían entre 17 y 27 mil millones de dólares, mientras que los costes de la COVID 19 están entre 8 y 16 billones de dólares. Además, los costes de la prevención se reducen a la mitad porque las medidas conllevan beneficios en carbono (reducción de emisiones). El doctor Valladares explica en su conferencia y abunda en el tiempo dedicado a preguntas, que las tres medidas claves de prevención contempladas que tienen que ponerse en marcha son: Detener la deforestación en zonas tropicales, limitar el comercio de especies y establecer una red de alerta y control temprano de pandemias.
Que también tenemos que aceptar que, en muchos asuntos clave del presente y del futuro cercano, tendremos muchas opciones posibles a nuestro alcance, pero ninguna de ellas causará daños y sufrimientos importantes, aunque tampoco evitará todos los daños y sufrimientos. Se trata de compartir la responsabilidad como sociedades nacionales, pero también a nivel de gobernanza mundial. Lo que no se puede es simplificar la crisis medioambiental y aplicar supuestas soluciones en función de esa simplificación o elegir no hacer nada. Hay que implicarse.
El movimiento de activismo climático Extinction Rebellion ha citado directamente a Fernando Valladares, tanto de esta conferencia como de su reciente intervención en el Congreso de los diputados: «El cambio climático mata. Este año morirán del orden de un cuarto de millón de personas de forma directa, pero la cifra asciende a decenas de millones si incluimos las causas indirectas». Por ello coincide con el resto de científicos del panel que una de las opciones es abrazar el activismo.
Segunda ponencia, Dra. Emma Huertas: La salud del océano es la salud del planeta
La Doctora en Ciencias del Mar, Emma Huertas, plantea en su exposición el escenario catastrófico al que se enfrenta el océano del siglo XXI. El título de la misma lo dice todo: “La salud del océano es la salud del planeta”. El océano es modulador de la vida, realmente la Tierra es el planeta azul, de hecho ahí surgió la vida, apunta. Huertas expone el doble papel del océano global como receptor (víctima) y actor (modulador) del proceso de cambio climático.
Abre su conferencia recordando que esta semana estamos conmemorando el 40 aniversario de esa serie mítica, Cosmos, de Carl Sagan, cuyas muchas de sus ideas y frases le proporcionan a Huertas esa motivación, para seguir trabajando por los océanos y la vida, “incluso después de ver los resultados que vamos obteniendo, ante la constatación tremenda de que nos estamos cargando el planeta”. Una de esas ideas fuerza de Sagan, dice, es que Carl Sagan siempre afirmaba “yo no quiero creer, yo quiero saber”… y que el mejor camino para saber lo proporciona la ciencia, reflexiona la doctora Emma Huertas.
La doctora Huertas empieza haciendo un repaso histórico, mostrando la famosa Curva de Keeling. Entre 1957 y 1959, Keeling realizó medidas de la concentración del CO2 atmosférico en sitios remotos como el archipiélago de Hawái o la Antártida. Los resultados no dejaban lugar a dudas: no sólo se había producido un incremento del dióxido de carbono atmosférico en relación al siglo XIX, sino que además durante el propio periodo de las mediciones se detectaba una palpable tendencia ascendente. Paralelamente, el descubrimiento de que la molécula de CO2 absorbía la luz de manera distinta al vapor de agua, confirmó que el incremento de este gas contribuía decisivamente al efecto invernadero.
Keeling prolongó su programa de monitorización durante otros cuarenta años, demostrando continua y repetidamente lo correcto de sus primeras observaciones. Su perseverante trabajo estableció que, con independencia del lugar donde se tomaran las medidas (ciudades o campos, valles o montes), el nivel promedio de CO2 atmosférico era idéntico, con leves oscilaciones estacionales -el promedio es más alto en invierno en el hemisferio norte-, y que el incremento anual de este gas podía situarse en torno a 1,5 partes por millón (ppm). Gracias a este pionero de la investigación del cambio climático -fallecido en 2005- se estableció la denominada curva Keeling, que ha cambiado la manera en que la humanidad contempla el desarrollo del mundo.
La concentración global de CO2 aumentó desde ~277ppm en 1750 a 409ppm en 2019 (>46%). 2016 fue el primer año con concentraciones mayores de 400ppm. Desde la revolución industrial se ha duplicado su presencia en la atmósfera. Incluso este año (2020), la concentración de CO2 en la atmósfera ha aumentado cerca de tres partes por millón en la atmósfera, a pesar de la ralentización de las actividades humanas por la pandemia.
La investigadora Emma Huertas prosigue su conferencia presentando al océano como modulador, introduce la indispensable contribución del océano a la modulación (y mitigación) del cambio climático mediante la absorción de calor y secuestro de gases de efecto invernadero (fundamentalmente CO2): “Un océano sano es un poderoso escudo frente al cambio climático. Cambio climático, CO2, calentamiento global, son palabras que nada más pronunciarlas nos hacen mirar bien al cielo bien a la tierra, pero pocos, muy pocos, son los que dirigen su mirada hacia los océanos. El equilibrio del planeta depende ahora más que nunca de lo que ocurre bajo la superficie marina, porque, además de una posible morada para las próximas generaciones y de una despensa para la humanidad, el mar ejerce de auténtico modulador del cambio climático: a través de la captura y distribución de una buena parte del calor absorbido por la superficie del planeta y mediante el secuestro del exceso de CO2 atmosférico”. Históricamente, un 93% del CO2 producido por el ser humano ha sido incorporado por el océano, pero el océano está perdiendo su capacidad de fijar el carbono en los últimos tiempos, advierte.
Sin embargo, esta aparentemente benigna intervención ocasiona efectos nocivos para el propio sistema, ya sea a través de la acción indirecta sobre los ciclos biogeoquímicos que en él se desarrollan, o directa sobre la inmensa variedad de criaturas que alberga. Así, aproximadamente, la mitad de toda la fotosíntesis que sostiene la vida en la Tierra tiene lugar en el océano. Esta trampa biológica, mediante la cual el CO2 iba quedando atrapado en materia orgánica liberándose oxígeno, condiciona la productividad de los sistemas marinos, su biodiversidad y su riqueza natural. Por tanto, cualquier elemento distorsionador que afecte a las condiciones en las que se realiza este proceso, determinará de manera irreparable el destino de los ecosistemas tal y como actualmente los conocemos.
La mayor parte del carbono ha ido a parar al océano. Se puede medir el carbono humano hasta mil metros de profundidad. Desde el año 57 el sumidero de CO2 del océano ha aumentado pero en determinadas zonas ha disminuido esa capacidad. De hecho estudios recientes nos dicen que, de las emisiones antropogénicas de CO2 entre 2009 y 2018, el océano ha absorbido un 23% del CO2 antropogénico. Ha reducido su capacidad de absorción, claramente.
Huertas nos avisa que, como todo equilibrio, el océano posee un elevado componente de inestabilidad: existe el riesgo de que, en virtud de reacciones de retroalimentación, la tendencia actual se invierta, y en un futuro no muy lejano grandes regiones oceánicas disminuyan su efecto amortiguador o, incluso, actúen como fuentes de CO2 al aire. Eso ocasionaría la consecuente liberación de grandes cantidades de dióxido de carbono, acentuándose el calentamiento global.
En el caso del océano, no ya como elemento modulador del calentamiento global, sino como víctima, presenta los principales impactos que está provocando la crisis climática sobre el funcionamiento y dinámica de los ecosistemas marinos desde dos puntos de vista: macroscópico (fácilmente observables por el "ojo" humano como polución, contaminación por plásticos, colapso de pesquerías, etc.) y microscópico (alteraciones biogeoquímicas no perceptibles para el ser humano y sin embargo más "graves", como acidificación, desoxigenación, etc.).
El efecto de mitigación tiene un coste ecosistémico evidente. Cuando el CO2 penetra en la columna de agua, se disuelve y forma acido carbónico, que enseguida se disocia en iones bicarbonato e iones hidrógeno. A más concentración de iones hidrógeno en solución más decrece el pH. La concentración de este tipo de iones provoca que el océano se vuelva ácido, el mar se va saturando de este gas progresivamente. Esta acidificación oceánica acarrea graves consecuencias para organismos como el propio plancton, corales, bivalvos etc., que ven alterados sus mecanismos celulares de funcionamiento básico y el acceso al carbonato, el cemento a partir del cual se construyen las estructuras calcáreas marinas. Por ello, muchas especies están condenadas a disolverse y eventualmente, desaparecer. A ellas, se van añadiendo sobre la cinta transportadora que conduce a la extinción el resto de congéneres que comparten su hábitat y que dependen directa o indirectamente de su presencia y actividad.
Con este proceso en progresión, en 2100 llegará a un punto de acidez inimaginable. El pH nunca habrá sido tan ácido desde hace 25 millones de años, en consecuencia los organismos calcáreos verán su capacidad afectada: fitoplancton, zooplancton, estructuras calcáreas y los corales y organismos formadores de arrecife. Si uno solo de estos se viera impactado, tendría consecuencias de valor incalculable para la economía, la protección humana y la vida del mundo marino.
En superficie también ha disminuido el oxígeno de los mares, provocando mortandades masivas por fenómenos de hipoxia, como el que se produjo en el Mar Menor. Mientras ha aumentado el CO2 en la atmósfera ha disminuido la capacidad de oxigenación del océano. En 2100 el océano será un 170% más ácido. Estamos impidiendo la respiración del mar, los niveles de oxígeno han decrecido en toda la columna de agua. Esta desoxigenación es un problema muy grave para la subsistencia de la vida, mortandades masivas por fenómenos de hipoxia se van a ir generalizando.
Calentamiento y desoxigenación: un problema de todos
También la doctora Huertas nos dijo que no somos conscientes del impacto en el océano y la vida marina a nivel microscópico: los plásticos y residuos sí se ven, animales marinos envueltos en mares de plástico. En 2010, con la conmemoración de la circunnavegación científica del mundo de Alejandro Malaspina, se fueron midiendo los fragmentos de plástico y en todos los seres vivos aparecen microplásticos, en toda la superficie del océano. Y en las fosas marinas también, en la totalidad de los sistemas digestivos de los animales abisales. También dijo que sólo un 7% de las especies económicas marinas de interés para el ser humano tienen a día de hoy sostenibilidad de a medio y largo plazo.
Esperanzadoramente termina Emma Huertas: El conocimiento nos hace libres, al menos para decidir invertir en un futuro sostenible. El mar es de todos, el compromiso para preservarlo también. La buena noticia es que las sociedades científicas oceánicas están “sensando” (global sensing), monitorizando el océano de manera coordinada y complementaria para todas las variables climáticas esenciales que afectan al cambio climático, para que las organizaciones correspondientes puedan intentar mitigar sus efectos y poder cumplir los ODS, al menos el 13 y el 14.
Emocionante final en el que recuerda este pensamiento de Carl Sagan: “Nuestra lealtad es para las especies y el planeta. Nuestra obligación de sobrevivir no es sólo para nosotros mismos, sino también para ese cosmos, antiguo y vasto, del cual derivamos”. La investigadora del CSIC Emma Huertas espera que “las futuras generaciones sean capaces de legar a sus hijos un mundo mejor del que yo estoy legando al mío”.
Descargar la presentación de Emma Huertas (5.23Mb)
Abre su conferencia recordando que esta semana estamos conmemorando el 40 aniversario de esa serie mítica, Cosmos, de Carl Sagan, cuyas muchas de sus ideas y frases le proporcionan a Huertas esa motivación, para seguir trabajando por los océanos y la vida, “incluso después de ver los resultados que vamos obteniendo, ante la constatación tremenda de que nos estamos cargando el planeta”. Una de esas ideas fuerza de Sagan, dice, es que Carl Sagan siempre afirmaba “yo no quiero creer, yo quiero saber”… y que el mejor camino para saber lo proporciona la ciencia, reflexiona la doctora Emma Huertas.
La doctora Huertas empieza haciendo un repaso histórico, mostrando la famosa Curva de Keeling. Entre 1957 y 1959, Keeling realizó medidas de la concentración del CO2 atmosférico en sitios remotos como el archipiélago de Hawái o la Antártida. Los resultados no dejaban lugar a dudas: no sólo se había producido un incremento del dióxido de carbono atmosférico en relación al siglo XIX, sino que además durante el propio periodo de las mediciones se detectaba una palpable tendencia ascendente. Paralelamente, el descubrimiento de que la molécula de CO2 absorbía la luz de manera distinta al vapor de agua, confirmó que el incremento de este gas contribuía decisivamente al efecto invernadero.
Keeling prolongó su programa de monitorización durante otros cuarenta años, demostrando continua y repetidamente lo correcto de sus primeras observaciones. Su perseverante trabajo estableció que, con independencia del lugar donde se tomaran las medidas (ciudades o campos, valles o montes), el nivel promedio de CO2 atmosférico era idéntico, con leves oscilaciones estacionales -el promedio es más alto en invierno en el hemisferio norte-, y que el incremento anual de este gas podía situarse en torno a 1,5 partes por millón (ppm). Gracias a este pionero de la investigación del cambio climático -fallecido en 2005- se estableció la denominada curva Keeling, que ha cambiado la manera en que la humanidad contempla el desarrollo del mundo.
La concentración global de CO2 aumentó desde ~277ppm en 1750 a 409ppm en 2019 (>46%). 2016 fue el primer año con concentraciones mayores de 400ppm. Desde la revolución industrial se ha duplicado su presencia en la atmósfera. Incluso este año (2020), la concentración de CO2 en la atmósfera ha aumentado cerca de tres partes por millón en la atmósfera, a pesar de la ralentización de las actividades humanas por la pandemia.
La investigadora Emma Huertas prosigue su conferencia presentando al océano como modulador, introduce la indispensable contribución del océano a la modulación (y mitigación) del cambio climático mediante la absorción de calor y secuestro de gases de efecto invernadero (fundamentalmente CO2): “Un océano sano es un poderoso escudo frente al cambio climático. Cambio climático, CO2, calentamiento global, son palabras que nada más pronunciarlas nos hacen mirar bien al cielo bien a la tierra, pero pocos, muy pocos, son los que dirigen su mirada hacia los océanos. El equilibrio del planeta depende ahora más que nunca de lo que ocurre bajo la superficie marina, porque, además de una posible morada para las próximas generaciones y de una despensa para la humanidad, el mar ejerce de auténtico modulador del cambio climático: a través de la captura y distribución de una buena parte del calor absorbido por la superficie del planeta y mediante el secuestro del exceso de CO2 atmosférico”. Históricamente, un 93% del CO2 producido por el ser humano ha sido incorporado por el océano, pero el océano está perdiendo su capacidad de fijar el carbono en los últimos tiempos, advierte.
Sin embargo, esta aparentemente benigna intervención ocasiona efectos nocivos para el propio sistema, ya sea a través de la acción indirecta sobre los ciclos biogeoquímicos que en él se desarrollan, o directa sobre la inmensa variedad de criaturas que alberga. Así, aproximadamente, la mitad de toda la fotosíntesis que sostiene la vida en la Tierra tiene lugar en el océano. Esta trampa biológica, mediante la cual el CO2 iba quedando atrapado en materia orgánica liberándose oxígeno, condiciona la productividad de los sistemas marinos, su biodiversidad y su riqueza natural. Por tanto, cualquier elemento distorsionador que afecte a las condiciones en las que se realiza este proceso, determinará de manera irreparable el destino de los ecosistemas tal y como actualmente los conocemos.
La mayor parte del carbono ha ido a parar al océano. Se puede medir el carbono humano hasta mil metros de profundidad. Desde el año 57 el sumidero de CO2 del océano ha aumentado pero en determinadas zonas ha disminuido esa capacidad. De hecho estudios recientes nos dicen que, de las emisiones antropogénicas de CO2 entre 2009 y 2018, el océano ha absorbido un 23% del CO2 antropogénico. Ha reducido su capacidad de absorción, claramente.
Huertas nos avisa que, como todo equilibrio, el océano posee un elevado componente de inestabilidad: existe el riesgo de que, en virtud de reacciones de retroalimentación, la tendencia actual se invierta, y en un futuro no muy lejano grandes regiones oceánicas disminuyan su efecto amortiguador o, incluso, actúen como fuentes de CO2 al aire. Eso ocasionaría la consecuente liberación de grandes cantidades de dióxido de carbono, acentuándose el calentamiento global.
En el caso del océano, no ya como elemento modulador del calentamiento global, sino como víctima, presenta los principales impactos que está provocando la crisis climática sobre el funcionamiento y dinámica de los ecosistemas marinos desde dos puntos de vista: macroscópico (fácilmente observables por el "ojo" humano como polución, contaminación por plásticos, colapso de pesquerías, etc.) y microscópico (alteraciones biogeoquímicas no perceptibles para el ser humano y sin embargo más "graves", como acidificación, desoxigenación, etc.).
El efecto de mitigación tiene un coste ecosistémico evidente. Cuando el CO2 penetra en la columna de agua, se disuelve y forma acido carbónico, que enseguida se disocia en iones bicarbonato e iones hidrógeno. A más concentración de iones hidrógeno en solución más decrece el pH. La concentración de este tipo de iones provoca que el océano se vuelva ácido, el mar se va saturando de este gas progresivamente. Esta acidificación oceánica acarrea graves consecuencias para organismos como el propio plancton, corales, bivalvos etc., que ven alterados sus mecanismos celulares de funcionamiento básico y el acceso al carbonato, el cemento a partir del cual se construyen las estructuras calcáreas marinas. Por ello, muchas especies están condenadas a disolverse y eventualmente, desaparecer. A ellas, se van añadiendo sobre la cinta transportadora que conduce a la extinción el resto de congéneres que comparten su hábitat y que dependen directa o indirectamente de su presencia y actividad.
Con este proceso en progresión, en 2100 llegará a un punto de acidez inimaginable. El pH nunca habrá sido tan ácido desde hace 25 millones de años, en consecuencia los organismos calcáreos verán su capacidad afectada: fitoplancton, zooplancton, estructuras calcáreas y los corales y organismos formadores de arrecife. Si uno solo de estos se viera impactado, tendría consecuencias de valor incalculable para la economía, la protección humana y la vida del mundo marino.
En superficie también ha disminuido el oxígeno de los mares, provocando mortandades masivas por fenómenos de hipoxia, como el que se produjo en el Mar Menor. Mientras ha aumentado el CO2 en la atmósfera ha disminuido la capacidad de oxigenación del océano. En 2100 el océano será un 170% más ácido. Estamos impidiendo la respiración del mar, los niveles de oxígeno han decrecido en toda la columna de agua. Esta desoxigenación es un problema muy grave para la subsistencia de la vida, mortandades masivas por fenómenos de hipoxia se van a ir generalizando.
Calentamiento y desoxigenación: un problema de todos
También la doctora Huertas nos dijo que no somos conscientes del impacto en el océano y la vida marina a nivel microscópico: los plásticos y residuos sí se ven, animales marinos envueltos en mares de plástico. En 2010, con la conmemoración de la circunnavegación científica del mundo de Alejandro Malaspina, se fueron midiendo los fragmentos de plástico y en todos los seres vivos aparecen microplásticos, en toda la superficie del océano. Y en las fosas marinas también, en la totalidad de los sistemas digestivos de los animales abisales. También dijo que sólo un 7% de las especies económicas marinas de interés para el ser humano tienen a día de hoy sostenibilidad de a medio y largo plazo.
Esperanzadoramente termina Emma Huertas: El conocimiento nos hace libres, al menos para decidir invertir en un futuro sostenible. El mar es de todos, el compromiso para preservarlo también. La buena noticia es que las sociedades científicas oceánicas están “sensando” (global sensing), monitorizando el océano de manera coordinada y complementaria para todas las variables climáticas esenciales que afectan al cambio climático, para que las organizaciones correspondientes puedan intentar mitigar sus efectos y poder cumplir los ODS, al menos el 13 y el 14.
Emocionante final en el que recuerda este pensamiento de Carl Sagan: “Nuestra lealtad es para las especies y el planeta. Nuestra obligación de sobrevivir no es sólo para nosotros mismos, sino también para ese cosmos, antiguo y vasto, del cual derivamos”. La investigadora del CSIC Emma Huertas espera que “las futuras generaciones sean capaces de legar a sus hijos un mundo mejor del que yo estoy legando al mío”.
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Tercera ponencia, Dr. Eduardo Costas: El descrédito de la ciencia
El doctor en Genética y Director del Comité Científico del Club Nuevo Mundo, Eduardo Costas, nos recuerda que queda muy poco tiempo y nos falta conocimiento científico. Anteriormente ya nos había transmitido que “Debemos cambiar nuestra manera de pensar y de vivir porque la cultura en la que estamos nos conduce al abismo: considera al ser humano como la cumbre de la evolución con el derecho a someter a la naturaleza en todas sus formas. Y ello nos está llevando a la agonía del planeta, que no será tranquila, advierten los científicos: tendremos episodios como temperaturas incompatibles con la vida, rediseño de litorales, abundantes catástrofes naturales, desertización, enfermedades zoonóticas, migraciones masivas, conflictos entre potencias…queda muy poco tiempo, pero aún podemos enderezar el rumbo. Hemos de apoyarnos en la ciencia para emprender acciones ya”.
Y comienza su ponencia recordando que nos encontramos precisamente en el 40 aniversario del programa Cosmos, de Carl Sagan. Y cómo cambiamos de perspectiva sobre la Tierra, gracias a las fotos del astronauta Bill Anderson, de la misión Apolo 8. Bill Anderson y su famosa foto, el punto azul pálido de Sagan, manifiesta la fragilidad de la Tierra, desde el Apolo 8. Momento a partir del cual vemos a la Tierra como lo que es, en toda su vulnerabilidad, belleza y soledad en el espacio negro. Y ahora constatamos el daño que le hemos hecho, con todo lo que hemos arrojado a la atmósfera y los océanos.
Constatar que los éxitos de las especies aceleran los fenómenos de extinción. En el pasado remoto, los gases de efecto invernadero permitieron progresar la vida de la Tierra. Las cianobacterias. La Gran Oxidación fue un cambio medioambiental muy importante que ocurrió probablemente sobre el período Sidéreo, al comienzo del Paleo proterozoico, hace alrededor de 2.400 millones de años. Las cianobacterias cambiaron el curso evolutivo de los seres vivos y provocaron una extinción masiva para la biodiversidad de la época. Nos dice el doctor Eduardo Costas que, aunque no seamos muy conscientes, la vida puede extinguirse en un planeta, de hecho muchos científicos piensan que en Marte antes había vida y se extinguió, completamente. El riesgo climático nos deja a solo 100 segundos de la extinción, prosigue Costas, de acuerdo a los Científicos del Reloj del Fin del Mundo que nace con la amenaza atómica. De forma muy didáctica nos expone el cuento de un automóvil que se deja a una civilización preindustrial y les enseñan a conducirlo y lo dejan allí. Pero sus nuevos usuarios, ven que pueden aprovechar ciertas cosas del coche y le quitan la capota, los retrovisores, los cinturones, y así llega un momento en que el coche ya no andará, dejará de funcionar…pues eso es lo que estamos haciendo a la Tierra, nos transmite con gesto serio pero apacible Eduardo Costas. La sexta extinción masiva es el mayor peligro al que se ha enfrentado la Humanidad. El cambio global. Y es que a veces metemos la pata, pero bien.
Para Eduardo Costas, además de nuestro sistema socioeconómico, el problema número 1 es la falta de conocimiento, el camino al desastre está abonado de buenas intenciones a veces. Nos pone el ejemplo de las termosolares en España. Partiendo del desconocimiento, del error de asumir por definición que las renovables eran buenas, no se controlan o previenen ciertas consecuencias. Así, en el caso de las termosolares, arrojan vertidos y residuos muy contaminantes como el PBC (bifenilos policlorados) y al menos el 40% de las termosolares en España contaminaron el suelo y acuíferos allí donde se instalaron. Las energías renovables están planteando una serie de problemas medioambientales y de salud que nadie fue capaz de prever. A fin de cuentas, muchas de estas energías renovables se basan en nuevas tecnologías que no habían sido probadas a gran escala.
Al calentarse los tubos de las placas termosolares se producen muchas sustancias de desecho muy tóxicas, con pérdidas difusas entre 200 y 400 toneladas al año por cada una de las instalaciones. En algún caso, hasta 2000 toneladas de sustancias difusas al año. Las compañías que querían iniciar este camino de las renovables, se vieron defraudadas en esta línea concreta y vendieron su parque termosolar y ahora han acabado en manos de fondos de inversión que, para mayor desgracia, no tienen ningún criterio más que el de ganar dinero.
Cuando más falta hace, hay menos ciencia, reflexiona Costas. Y menos técnicos. Antes, las familias querían que los hijos estudiaran ingeniería, ciencia, que fueran ingenieros mientras que ahora se prefieren que sean financieros. La ciencia contra las cuerdas. Atender a teorías conspiranoicas engancha más en las redes que los hechos científicos, estudios al respecto hay unos cuantos: el fenómeno social tiene que ver con el funcionamiento del cerebro humano, con el circuito de la dopamina.
El principal problema es la prevalencia del sistema del pensamiento único en economía, una falacia ideológica a nivel financiero, pero que se ha vendido muy bien porque se han invertido millones y millones en difundirlo hasta el punto que sea más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del sistema capitalista neoliberal.
Murray Gell-Mann, premio nobel de física y uno de los científicos más inteligentes y prolíficos de la historia, hizo muchos estudios científicos sobre economía, por ejemplo hizo muchos estudios de agencias de valoración y comprobó que fracasaban tanto o más que el azar (caso de Standard and Poors). En la conferencia, Eduardo Costas muestra la existencia de modelos matemáticos y simulaciones que explican que la economía más eficaz se produce cuando los más ricos disponen entre 2 y 20 veces más que los que menos. Fuera de ese abanico la probabilidad de fallas en la economía es peor. Esta parte de la conferencia es muy interesante con varios ejemplos más.
También se lamenta de “la tragedia de los comunes, casi todo lo común lo destruimos”, y lo principal común también, nuestro medioambiente. La ecuación de Drake sobre los posibles mundos habitados por la inteligencia arrojaba grandes cantidades de ellos. Se puso en marcha el Proyecto SETI. Pero no se encontraron esos mundos predichos, es que faltaba un elemento en la ecuación. Las civilizaciones tecnológicas tienden a su destrucción. Termina la conferencia apesadumbrado: “Mientras nos resulte más difícil imaginarnos el fin del mundo que el fin del sistema financiero del capitalismo, no habrá lugar al optimismo”.
Descargar la presentación de Eduardo Costas (5,65Mb)
Y comienza su ponencia recordando que nos encontramos precisamente en el 40 aniversario del programa Cosmos, de Carl Sagan. Y cómo cambiamos de perspectiva sobre la Tierra, gracias a las fotos del astronauta Bill Anderson, de la misión Apolo 8. Bill Anderson y su famosa foto, el punto azul pálido de Sagan, manifiesta la fragilidad de la Tierra, desde el Apolo 8. Momento a partir del cual vemos a la Tierra como lo que es, en toda su vulnerabilidad, belleza y soledad en el espacio negro. Y ahora constatamos el daño que le hemos hecho, con todo lo que hemos arrojado a la atmósfera y los océanos.
Constatar que los éxitos de las especies aceleran los fenómenos de extinción. En el pasado remoto, los gases de efecto invernadero permitieron progresar la vida de la Tierra. Las cianobacterias. La Gran Oxidación fue un cambio medioambiental muy importante que ocurrió probablemente sobre el período Sidéreo, al comienzo del Paleo proterozoico, hace alrededor de 2.400 millones de años. Las cianobacterias cambiaron el curso evolutivo de los seres vivos y provocaron una extinción masiva para la biodiversidad de la época. Nos dice el doctor Eduardo Costas que, aunque no seamos muy conscientes, la vida puede extinguirse en un planeta, de hecho muchos científicos piensan que en Marte antes había vida y se extinguió, completamente. El riesgo climático nos deja a solo 100 segundos de la extinción, prosigue Costas, de acuerdo a los Científicos del Reloj del Fin del Mundo que nace con la amenaza atómica. De forma muy didáctica nos expone el cuento de un automóvil que se deja a una civilización preindustrial y les enseñan a conducirlo y lo dejan allí. Pero sus nuevos usuarios, ven que pueden aprovechar ciertas cosas del coche y le quitan la capota, los retrovisores, los cinturones, y así llega un momento en que el coche ya no andará, dejará de funcionar…pues eso es lo que estamos haciendo a la Tierra, nos transmite con gesto serio pero apacible Eduardo Costas. La sexta extinción masiva es el mayor peligro al que se ha enfrentado la Humanidad. El cambio global. Y es que a veces metemos la pata, pero bien.
Para Eduardo Costas, además de nuestro sistema socioeconómico, el problema número 1 es la falta de conocimiento, el camino al desastre está abonado de buenas intenciones a veces. Nos pone el ejemplo de las termosolares en España. Partiendo del desconocimiento, del error de asumir por definición que las renovables eran buenas, no se controlan o previenen ciertas consecuencias. Así, en el caso de las termosolares, arrojan vertidos y residuos muy contaminantes como el PBC (bifenilos policlorados) y al menos el 40% de las termosolares en España contaminaron el suelo y acuíferos allí donde se instalaron. Las energías renovables están planteando una serie de problemas medioambientales y de salud que nadie fue capaz de prever. A fin de cuentas, muchas de estas energías renovables se basan en nuevas tecnologías que no habían sido probadas a gran escala.
Al calentarse los tubos de las placas termosolares se producen muchas sustancias de desecho muy tóxicas, con pérdidas difusas entre 200 y 400 toneladas al año por cada una de las instalaciones. En algún caso, hasta 2000 toneladas de sustancias difusas al año. Las compañías que querían iniciar este camino de las renovables, se vieron defraudadas en esta línea concreta y vendieron su parque termosolar y ahora han acabado en manos de fondos de inversión que, para mayor desgracia, no tienen ningún criterio más que el de ganar dinero.
Cuando más falta hace, hay menos ciencia, reflexiona Costas. Y menos técnicos. Antes, las familias querían que los hijos estudiaran ingeniería, ciencia, que fueran ingenieros mientras que ahora se prefieren que sean financieros. La ciencia contra las cuerdas. Atender a teorías conspiranoicas engancha más en las redes que los hechos científicos, estudios al respecto hay unos cuantos: el fenómeno social tiene que ver con el funcionamiento del cerebro humano, con el circuito de la dopamina.
El principal problema es la prevalencia del sistema del pensamiento único en economía, una falacia ideológica a nivel financiero, pero que se ha vendido muy bien porque se han invertido millones y millones en difundirlo hasta el punto que sea más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del sistema capitalista neoliberal.
Murray Gell-Mann, premio nobel de física y uno de los científicos más inteligentes y prolíficos de la historia, hizo muchos estudios científicos sobre economía, por ejemplo hizo muchos estudios de agencias de valoración y comprobó que fracasaban tanto o más que el azar (caso de Standard and Poors). En la conferencia, Eduardo Costas muestra la existencia de modelos matemáticos y simulaciones que explican que la economía más eficaz se produce cuando los más ricos disponen entre 2 y 20 veces más que los que menos. Fuera de ese abanico la probabilidad de fallas en la economía es peor. Esta parte de la conferencia es muy interesante con varios ejemplos más.
También se lamenta de “la tragedia de los comunes, casi todo lo común lo destruimos”, y lo principal común también, nuestro medioambiente. La ecuación de Drake sobre los posibles mundos habitados por la inteligencia arrojaba grandes cantidades de ellos. Se puso en marcha el Proyecto SETI. Pero no se encontraron esos mundos predichos, es que faltaba un elemento en la ecuación. Las civilizaciones tecnológicas tienden a su destrucción. Termina la conferencia apesadumbrado: “Mientras nos resulte más difícil imaginarnos el fin del mundo que el fin del sistema financiero del capitalismo, no habrá lugar al optimismo”.
Descargar la presentación de Eduardo Costas (5,65Mb)
Cuarta ponencia, Dr. José Esquinas: Fin del modelo agroalimentario
El Doctor Ingeniero Agrónomo y Doctor en Genética José Esquinas empieza diciendo, mirando fijamente a la cámara, que es evidente que no podemos separar los problemas medioambientales de los problemas sociales del hambre, la desigualdad y la pobreza. Y que las causas en muchas ocasiones, de los males que nos afligen a todos, hay que buscarlas ahí, son las dos caras de la misma moneda. El investigador, treinta años miembro directivo de la FAO, nos dice que su conferencia va a estar centrada en el problema del hambre en el mundo. La producción de alimentos y la forma en la que está impactando en nuestro medioambiente.
“¿Una definición sencilla de agricultura? La agricultura es transformar los recursos del planeta, aire, agua, tierra, diversidad biológica y energía, en alimentos. En 10.000 años de agricultura hemos transformado la faz de la Tierra. Se producen 11.000 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero al año en producir los alimentos que no se va a comer nadie. Producimos un 60% más de los alimentos necesarios, pero cada día mueren 40.000 personas de hambre: ¿qué está pasando? ¿Qué estamos haciendo mal? Una de cada nueve personas se acuesta sin haber comido las calorías mínimas para su actividad diaria".
¿Cuál es la causa de esta locura –prosigue-? La mayor pandemia que hay es el hambre. 821 millones de personas pasan hambre. 17 millones mueren al año. ¿Sabes por qué hay hambre, me dijo un amigo? Porque el hambre no es contagiosa. Mira como el coronavirus sí que activa a los gobiernos y poderes económicos. Y sin embargo el hambre es el caldo de cultivo en el que crece la violencia mundial, las grandes migraciones y las pandemias se propagan entre los más vulnerables.
¿Qué está fallando en el sistema agroalimentario, es un sistema eficiente? “Uno de los errores es que haya un solo sistema agroalimentario. Si la eficiencia la miramos desde el punto de vista económico, es muy eficiente, sirve para ganar dinero. ¿Pero es saludable? No, porque produce mucho más de lo que se necesita y aumenta el hambre. ¿Es un sistema justo? Tampoco. El alimento antes era sagrado, si se te caía un trozo de pan al suelo, tu abuela o tu madre te decían, bésalo y comételo. Hoy ha pasado a ser una mercancía más, no se produce para que se coma, si no para que se venda”. Y sigue: Nuestra alimentación está en manos de muy pocas multinacionales, resultado de grandes fusiones. Y hay una uniformización no solo de los sistemas alimentarios, sino de la biodiversidad. Hemos pasado de 9.000 especies comestibles a solo 140, de las que solo 4 constituyen la base de la comida de la mayor parte de las personas, arroz, trigo, maíz y patatas. Poquitas variedades además, uniformes y estables, por ley. Otro gran error del modelo.
La conferencia del doctor José Esquinas no tiene desperdicio, hay que verla entera, varias veces. ¿Y qué hacer? También nos lo cuenta. La clave son 4 aspectos:
Y también hay una pequeña lista de consejos directos para todos. Por resumirlos un poco aquí están, de parte del doctor José Esquinas:
"Comprar es un acto político. Que la situación se revierta depende de mi carro de la compra y de lo que yo decida, porque consumir no es un acto inocuo, puedo transformar el carrito en un carro de combate por un mundo más sostenible”.
En el 2005, por primera vez se iguala el número de hambrientos y el número de personas obesas y con sobrepeso. Se igualan no porque baje el número de hambrientos, sino porque sube el de personas con sobrepeso. Comprar sano, comprar bien.
Hay un sistema con elementos perversos, pero también hay una corresponsabilidad de cada persona, porque al final soy yo el que compra, el que toma las decisiones de comprar, qué compra, cuánto compra y dónde compra y si se interesa por la huella ecológica de lo que compra.
Y atención a su fábula del colibrí y el mosquito.
“Debemos ser mosquitos y colibrís. Cuando alguien te dice que soy tan pequeño que no puedo tener impacto en la sociedad, decía alguien que ese es que nunca había dormido con un mosquito en su habitación. Y desde ese punto de vista, tenemos que ser no solo mosquitos sino moscas cojoneras e impedir dormir a quien nos impide vivir. Concienciar exigiendo. Y al mismo tiempo ser también colibrí. Cada uno debe hacer su parte, es absolutamente esencial”.
Para ello, explica, la ciencia y la tecnología tienen que ser nuestras aliadas e ir orientadas en la dirección correcta para beneficiar a la humanidad. Tenemos la capacidad hoy de transformar la tierra en un paraíso, con la ciencia y la ética.
“¿Una definición sencilla de agricultura? La agricultura es transformar los recursos del planeta, aire, agua, tierra, diversidad biológica y energía, en alimentos. En 10.000 años de agricultura hemos transformado la faz de la Tierra. Se producen 11.000 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero al año en producir los alimentos que no se va a comer nadie. Producimos un 60% más de los alimentos necesarios, pero cada día mueren 40.000 personas de hambre: ¿qué está pasando? ¿Qué estamos haciendo mal? Una de cada nueve personas se acuesta sin haber comido las calorías mínimas para su actividad diaria".
¿Cuál es la causa de esta locura –prosigue-? La mayor pandemia que hay es el hambre. 821 millones de personas pasan hambre. 17 millones mueren al año. ¿Sabes por qué hay hambre, me dijo un amigo? Porque el hambre no es contagiosa. Mira como el coronavirus sí que activa a los gobiernos y poderes económicos. Y sin embargo el hambre es el caldo de cultivo en el que crece la violencia mundial, las grandes migraciones y las pandemias se propagan entre los más vulnerables.
¿Qué está fallando en el sistema agroalimentario, es un sistema eficiente? “Uno de los errores es que haya un solo sistema agroalimentario. Si la eficiencia la miramos desde el punto de vista económico, es muy eficiente, sirve para ganar dinero. ¿Pero es saludable? No, porque produce mucho más de lo que se necesita y aumenta el hambre. ¿Es un sistema justo? Tampoco. El alimento antes era sagrado, si se te caía un trozo de pan al suelo, tu abuela o tu madre te decían, bésalo y comételo. Hoy ha pasado a ser una mercancía más, no se produce para que se coma, si no para que se venda”. Y sigue: Nuestra alimentación está en manos de muy pocas multinacionales, resultado de grandes fusiones. Y hay una uniformización no solo de los sistemas alimentarios, sino de la biodiversidad. Hemos pasado de 9.000 especies comestibles a solo 140, de las que solo 4 constituyen la base de la comida de la mayor parte de las personas, arroz, trigo, maíz y patatas. Poquitas variedades además, uniformes y estables, por ley. Otro gran error del modelo.
La conferencia del doctor José Esquinas no tiene desperdicio, hay que verla entera, varias veces. ¿Y qué hacer? También nos lo cuenta. La clave son 4 aspectos:
- Localización, alimentación de cercanía, cadenas cortas, conducirán a la soberanía alimentaria
- Agricultura familiar. Ecológica, según estudio de la FAO de 2014. Y es que tiene la diversidad que nos puede dar adaptación y resiliencia frente al cambio climático.
- Internalizar las externalidades. Por cada euro que pagamos al agrobusiness le pagamos otros dos euros en subvenciones encubiertas. La agricultura tradicional entonces sería competitiva en precio.
- Aplicar la legislación. Uno de los derechos humanos es el derecho a la alimentación. Hay toda una serie de tratados internacionales que no se cumplen, no se respetan los derechos reconocidos por ley de los agricultores. Cambiar la legislación. Los tratados de libre comercio, como la barbaridad de que las variedades de las semillas sean uniformes y estables. En el momento en que por ley, castras las semillas de esa diversidad interna, ya la fijas y ya no se puede adaptar. Lo que está haciendo esa ley es impedir al agricultor sembrar sus propias semillas o intercambiarlas o venderlas.
Y también hay una pequeña lista de consejos directos para todos. Por resumirlos un poco aquí están, de parte del doctor José Esquinas:
"Comprar es un acto político. Que la situación se revierta depende de mi carro de la compra y de lo que yo decida, porque consumir no es un acto inocuo, puedo transformar el carrito en un carro de combate por un mundo más sostenible”.
En el 2005, por primera vez se iguala el número de hambrientos y el número de personas obesas y con sobrepeso. Se igualan no porque baje el número de hambrientos, sino porque sube el de personas con sobrepeso. Comprar sano, comprar bien.
Hay un sistema con elementos perversos, pero también hay una corresponsabilidad de cada persona, porque al final soy yo el que compra, el que toma las decisiones de comprar, qué compra, cuánto compra y dónde compra y si se interesa por la huella ecológica de lo que compra.
Y atención a su fábula del colibrí y el mosquito.
“Debemos ser mosquitos y colibrís. Cuando alguien te dice que soy tan pequeño que no puedo tener impacto en la sociedad, decía alguien que ese es que nunca había dormido con un mosquito en su habitación. Y desde ese punto de vista, tenemos que ser no solo mosquitos sino moscas cojoneras e impedir dormir a quien nos impide vivir. Concienciar exigiendo. Y al mismo tiempo ser también colibrí. Cada uno debe hacer su parte, es absolutamente esencial”.
Para ello, explica, la ciencia y la tecnología tienen que ser nuestras aliadas e ir orientadas en la dirección correcta para beneficiar a la humanidad. Tenemos la capacidad hoy de transformar la tierra en un paraíso, con la ciencia y la ética.
Más soluciones que se apuntan
A la vista de las 4 ponencias había una coincidencia clave. Los ponentes vieron que es clara la interconexión entre los temas tratados, en los problemas. Como dice Fernando Valladares en las conclusiones, para las soluciones lo que hay que poner en marcha son soluciones interconectadas. El verdadero cambio global bien enfocado tiene que estar conectado a un cambio social y económico. Además, se trata de soluciones complejas y es necesario establecer prioridades, quizás repensar la prosperidad y repensar las renuncias, cómo adaptarse también.
No desdeñar liderar las tecnologías, la ciencia y las prácticas de cambio socioeconómicas que hagan frente a la crisis climática y de la biodiversidad, a la crisis del hambre y la crisis global. Quizás se necesita eso, un liderazgo para la humanidad, desde la ciudadanía pero también desde los gobiernos. Y podría ser Europa. Frente a Estados Unidos o China. No poner el crecimiento y el beneficio por encima de las personas y la salud.
Todos los ponentes apuntan a la necesaria movilización y activismo personal y colectivo. Fernando Valladares indica que en lo personal cada uno debe elaborar su propia lista y como científicos seguir trabajando en el marco general del cambio global, más y mejor. También el investigador Eduardo Costas insiste en ello, pero con cierto pesimismo que emana del desconocimiento que tiene la ciencia sobre nuevos impactos que ya están en marcha, producto de este sistema económico que impulsa a las grandes empresas a investigar, con cierta opacidad, para obtener en el menor espacio de tiempo beneficios y ventajas competitivas.
Eduardo Costas pone como caso paradigmático lo que ya se está denominando como el “Segundo Neolítico”. La segunda revolución neolítica va de utilizar los microbios, los microorganismos, por ejemplo para arreglar los problemas medioambientales. O para extraer uranio o cobre de micro vetas. Para ello y para no complicar más el panorama ya crítico del Cambio Global, habría que aplicar nuevas directrices respecto de la ciencia y la tecnología. Por ejemplo, no tomar medidas prácticas en el desarrollo de soluciones que no se basen en un conocimiento profundo y contrastado inter pares. Caso contrario, la investigación al interior de los laboratorios de grandes empresas pueden causar más problemas que aquello que pretendan solucionar.
Merece la pena ver todo el apartado de preguntas, respuestas y soluciones del vídeo general del encuentro sobre los desafíos del fin del mundo y qué podemos hacer al respecto. Para terminar, el ingeniero y doctor en genética José Esquinas lanzó varios mensajes optimistas en torno al activismo y la resistencia pasiva pacífica, a lo Gandhi. Y que había que rescatar la utopía, la capacidad de soñar en ese mundo mejor, ese mundo que en este caso, es realmente el único posible, viable, evitando el suicidio colectivo. Porque como dijo “pensemos en aquellos que consiguieron hacer tantas cosas porque nadie les dijo que no era posible”.
No desdeñar liderar las tecnologías, la ciencia y las prácticas de cambio socioeconómicas que hagan frente a la crisis climática y de la biodiversidad, a la crisis del hambre y la crisis global. Quizás se necesita eso, un liderazgo para la humanidad, desde la ciudadanía pero también desde los gobiernos. Y podría ser Europa. Frente a Estados Unidos o China. No poner el crecimiento y el beneficio por encima de las personas y la salud.
Todos los ponentes apuntan a la necesaria movilización y activismo personal y colectivo. Fernando Valladares indica que en lo personal cada uno debe elaborar su propia lista y como científicos seguir trabajando en el marco general del cambio global, más y mejor. También el investigador Eduardo Costas insiste en ello, pero con cierto pesimismo que emana del desconocimiento que tiene la ciencia sobre nuevos impactos que ya están en marcha, producto de este sistema económico que impulsa a las grandes empresas a investigar, con cierta opacidad, para obtener en el menor espacio de tiempo beneficios y ventajas competitivas.
Eduardo Costas pone como caso paradigmático lo que ya se está denominando como el “Segundo Neolítico”. La segunda revolución neolítica va de utilizar los microbios, los microorganismos, por ejemplo para arreglar los problemas medioambientales. O para extraer uranio o cobre de micro vetas. Para ello y para no complicar más el panorama ya crítico del Cambio Global, habría que aplicar nuevas directrices respecto de la ciencia y la tecnología. Por ejemplo, no tomar medidas prácticas en el desarrollo de soluciones que no se basen en un conocimiento profundo y contrastado inter pares. Caso contrario, la investigación al interior de los laboratorios de grandes empresas pueden causar más problemas que aquello que pretendan solucionar.
Merece la pena ver todo el apartado de preguntas, respuestas y soluciones del vídeo general del encuentro sobre los desafíos del fin del mundo y qué podemos hacer al respecto. Para terminar, el ingeniero y doctor en genética José Esquinas lanzó varios mensajes optimistas en torno al activismo y la resistencia pasiva pacífica, a lo Gandhi. Y que había que rescatar la utopía, la capacidad de soñar en ese mundo mejor, ese mundo que en este caso, es realmente el único posible, viable, evitando el suicidio colectivo. Porque como dijo “pensemos en aquellos que consiguieron hacer tantas cosas porque nadie les dijo que no era posible”.