Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Los miembros del Comité Científico del Club Nuevo Mundo analizaron la semana pasada en una sesión especial el estado del planeta y planteado que se encuentra en estado terminal debido a la acción humana.
Los datos son bastante elocuentes: sus océanos se están quedando sin oxígeno, las especies que lo mantienen con vida desaparecen a velocidad vertiginosa, su atmósfera está seriamente contaminada, la fiebre le sube cada vez más y puede alcanzar temperaturas que lo llevarían al colapso.
Además, se ha desconfigurado completamente: su modo de vida ha devenido anacrónico, es incapaz de mantenerse en equilibrio y ha engendrado desigualdades internas que hacen inviable la prolongación de la vida.
El diagnóstico se completa con la constatación de que el planeta está abandonado a su suerte: nosotros, a los que la evolución nos ha dotado de la capacidad de gestionar sus recursos naturales, somos los responsables últimos de la crisis planetaria y de su eventual desenlace.
La Covid-19 representa una advertencia: ha precipitado la metástasis y desvelado nuestra fragilidad sanitaria. También ha señalado que los tiempos de reacción se agotan. El coronavirus es solo un síntoma: en el fondo nos enfrentamos a una crisis de la vida.
Debemos conseguir una mejor organización social y económica, otra manera más armónica de entender las relaciones humanas, la economía y la política, el derecho, la ciencia y la tecnología, si queremos preservar la vida.
Leer el artículo completo en Tendencias21
Los datos son bastante elocuentes: sus océanos se están quedando sin oxígeno, las especies que lo mantienen con vida desaparecen a velocidad vertiginosa, su atmósfera está seriamente contaminada, la fiebre le sube cada vez más y puede alcanzar temperaturas que lo llevarían al colapso.
Además, se ha desconfigurado completamente: su modo de vida ha devenido anacrónico, es incapaz de mantenerse en equilibrio y ha engendrado desigualdades internas que hacen inviable la prolongación de la vida.
El diagnóstico se completa con la constatación de que el planeta está abandonado a su suerte: nosotros, a los que la evolución nos ha dotado de la capacidad de gestionar sus recursos naturales, somos los responsables últimos de la crisis planetaria y de su eventual desenlace.
La Covid-19 representa una advertencia: ha precipitado la metástasis y desvelado nuestra fragilidad sanitaria. También ha señalado que los tiempos de reacción se agotan. El coronavirus es solo un síntoma: en el fondo nos enfrentamos a una crisis de la vida.
Debemos conseguir una mejor organización social y económica, otra manera más armónica de entender las relaciones humanas, la economía y la política, el derecho, la ciencia y la tecnología, si queremos preservar la vida.
Leer el artículo completo en Tendencias21