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​El mapa no es el territorio… pero ayuda.


Ana Lamas

Jueves, 11 de Junio 2020


No es signo de buena salud estar adaptado a una sociedad profundamente enferma.


Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno. Así comienza Volver, el tango de Carlos Gardel.

Así me siento.

Mi brújula está venga a girar sin encontrar el Norte Magnético. Y cuando pierdes unas vías de orientación pues hay que buscar otras. Cual mantra, en mi mente se repite: si has perdido el norte, busca el centro. Si has perdido el norte, busca tu centro.

Busca el centro, busca tu centro….

Así que en esta desorientación natural voy encontrando algunos puntos de apoyo.

Cómo no puedo sacarme de las entrañas la (como poco) triple condición de mi ser: ser individual, ser social y especie humana, pues voy buscando estos tres centros con la esperanza de que en algún punto sean concéntricos y se alineen en perfecta coherencia.

El centro de la especie ha de ser el Ecocentrismo. Ya vale de antropocentrismo, urbanocentrismo,  hipercapitalismo y de todos los “ismos” que a través de un pensamiento disociado de la realidad, no tienen en cuenta el hábitat en el que nos encontramos dirigiéndonos a pasos agigantados al siniestro total.

Como sociedad el centro es fortalecer la salud de los vínculos, generando así el entendimiento con nosotros mismos, con los demás y con el Cosmos y propiciando una transición serena en los cambios de paradigma  y de estructura que se atisban en el horizonte.

Y como individua que soy, pues mi centro es el que más me cuesta encontrar, pero sé que en medio de toda esta con-fusión la solución es la com-pasión y en ocasiones (y me felicito por ello) soy capaz de acudir al ojo del huracán, remanso de paz a pesar de las circunstancias. Con el tiempo y la práctica aspiro a llegar incluso al Centro Galáctico.

Siento un profundo amor a la ciencia a pesar de sus taras, integra a su realidad los errores que comete y no intenta adaptar la realidad a sus certezas. Y también siento un profundo amor a la humanidad, también a pesar de sus taras, de nuestras taras: creo que bien organizados y formados podemos cambiar esta historia de autodestrucción.

Creo que el diálogo ciencia-sociedad es esencial en la creación de los nuevos mapas del s.XXI y que junto con el arte y la conciencia es una gran vía para generar con-versa-acciones que logren girar el sentido del círculo vicioso al círculo virtuoso, que presiento es uno de los anhelos del alma colectiva.

Os confieso que en ocasiones pienso que tengo delirios de grandeza y que estoy para encerrar. Desde mi tierna infancia he sentido que soy una inadaptada social, que soy inadecuada, incorrecta… Pero mira tú por dónde, que hace ya años leí una frase de Krishnamurti que versaba “No es signo de buena salud estar adaptado a una sociedad profundamente enferma” y esto me liberó. 

Y a partir de la aceptación de mi propia enfermedad se me han ido abriendo otros mapas de relaciones que me ayudan a sanar.

Todavía me queda recorrido, nos queda recorrido, nos queda un mapa por averiguar y un territorio que transitar, pero si nos ponemos al servicio de la vida-muerte-vida y consensuamos que el destino de este viaje es hacer el camino juntos, tal vez podamos aportar buenos remedios de medicina social para esta Tierra y los seres que la habitamos.

Inadaptadas e inadaptados del mundo ¡UNIROS! Sé que a pesar de las heridas y cicatrices también guardáis una esperanza humilde que es toda la fortuna de nuestro corazón.

¡Salud y alegría!

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