He de reconocer que las primeras veces que escuché el término Nación Digital me chirrió por varios flancos.
Siempre he sentido cierto rechazo a las naciones y particularmente a los estados-nación, que a partir de 1899 con la “clausura del mapa” (según terminología de Hakim Bay, 1991) consiguen engullir todo el territorio del globo terrestre, sin dejar un pedazo de Tierra sin ser reclamado por una u otra nación-estado. Fue pues el siglo XIX el primer siglo sin terra incognita, sin última frontera. El primer siglo en el que todo el globo terráqueo se fronteriza, se cosifica, se posee, se domina.
Se dice en mi pueblo, que quien parte y reparte se queda con la mejor parte.
Por otro lado la digitalización de la sociedad me daba vértigo. Primero por mi “analfabetismo tecnológico-digital” y segundo porque me abruma que la humanidad seamos capaces de crear herramientas que se nos van de las manos y que estén puesta mayoritariamente al servicio de quienes parten y reparten, quienes a su vez prestan servicio al capital y están desarraigados de la Tierra y de sus gentes y enfocados en estrategias y en intereses cortoplacistas. Lejos de valores comunitarios y de estrategias del bien común, principales anhelos de mi alma.
Así que entenderéis que cuando en el Club Nuevo Mundo se comenzó a hablar de Nación Digital, e incluso se publicó el libro (Tu) Nación Digital que yo misma presenté y cuya lectura recomiendo, me vi sumergida en un sinfín de contradicciones internas.
Lejos de anclarme en mis chirriadas internas he ido procurando abrir mi mente a la inevitable transformación para comprender mejor.
Nación
Uno de mis primeros pasos fue acudir a la RAE y buscar los dos términos: nación y digital
Con el término nación decidí prescindir de las acepciones que me llevaban a gobierno y territorio y por lo tanto a fronteras, y opté por quedarme con la tercera acepción:
Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.
Y decidí darle un giro a la interpretación de estas palabras. La humanidad somos un conjunto de personas con el mismo origen, los microorganismos. Más allá de la lingüística hablamos un mismo idioma, el de las emociones que son universales. Y tenemos una tradición común marcada por nuestra biología. Da igual en que parte del planeta estés, respiras, comes y cagas. Da igual que tengas mucho “poder” o que seas un “mindundi” igualmente respiras, comes y cagas. Cambian las formas pero no la esencia. Así que según este hilo de pensamiento la humanidad somos una nación.
Digital
El término digital fue toda una revelación que abrió mi mente a nuevas interpretaciones de la potencialidad de Nación Digital. Anteriormente a la búsqueda en la RAE, digital o digitalización, sólo lo podía ver en su significado tecnológico y para mí la transformación digital era tan sólo una transformación tecnológica que me ocasionaba pavor, todo sea dicho. Toda herramienta de creación humana tiene su luz y su sombra, un cuchillo por ejemplo, lo puedes utilizar para cortar una jugosa sandía o para matar a alguien. Y ampliar nuestro dominio tecnológico sin transformar el interior de las personas sólo podía significar la destrucción inminente de la humanidad.
Sin embargo, el término digital en primera acepción es lo perteneciente o relativo a los dedos. Los seres humanos tenemos dedos en manos y pies, concretamente 20 a no ser que sufras alguna malformación o amputación. Algunas voces hablan de la frecuencia 13:20 la frecuencia del cuerpo, 13 articulaciones básicas y 20 dígitos. Frecuencia ignorada por una de las principales armas de dominación y control social, el calendario gregoriano, pero esto es harina de otro costal.
Digital no es sólo una cualidad tecnológica, ni referente a los números dígitos, sino también humana, homínida, animal. Sin olvidar que dos de sus acepciones hacen referencia a nombramientos a dedo, sin duda alguna un uso y costumbre muy extendido en la sociedad, sea dicho de paso. Pero además digital es también vegetal. .
La digital es una familia de plantas herbáceas con bellas flores y usos medicinales. Un dedal dio nombre a sus flores y por ello se le llama también dedalera, y de nuevo nombro a mi pueblo en el que se dice que “costurera sin dedal cose poco y cose mal”. Sus hojas contienen una poderosa toxina, la digitalina, que afecta al funcionamiento cardiaco. Extremadamente venenosa si no se usa en la dosis correcta. La digital es un ejemplo clásico de droga derivada de una planta que es usada con mucha cautela debido al estrecho margen de seguridad terapéutica y la dificultad de determinar la cantidad de sustancia activa adecuada en las preparaciones herbales.
Y es aquí donde veo que la naturaleza nos vuelve a hablar si nos predisponemos a escuchar.
Nación Digital
La digitalización de la sociedad puede ser muy positiva si se administra en dosis correctas o puede ser letal sí se administra en exceso. Si trabajamos por una Nación Digital, entendiendo nación como el conjunto humano, y digital como tecnología, humanidad y naturaleza, la digitalización puede mejorar el funcionamiento de nuestros corazones, nuestros cuerpos y nuestra casa común.
Eso sí, mientras procuramos mejorar el mundo, hay que darse unos cuantos paseos de piel hacia adentro porque recordemos que no puedes dar lo que no tienes, en ocasiones hay que insiliarse.
Dicho lo cual invito a todas aquellas personas que usamos las tecnologías y a aquellas que además las generan, las promueven, las financian y las implantan, que tengamos siempre en cuenta el estrecho margen de seguridad al que nos enfrentamos y a que usemos un dedal simbólico para coser mucho y bien.
¿Quién sabe? Igual hasta somos capaces de trascender las fronteras y vivir en amorcracia.
Siempre he sentido cierto rechazo a las naciones y particularmente a los estados-nación, que a partir de 1899 con la “clausura del mapa” (según terminología de Hakim Bay, 1991) consiguen engullir todo el territorio del globo terrestre, sin dejar un pedazo de Tierra sin ser reclamado por una u otra nación-estado. Fue pues el siglo XIX el primer siglo sin terra incognita, sin última frontera. El primer siglo en el que todo el globo terráqueo se fronteriza, se cosifica, se posee, se domina.
Se dice en mi pueblo, que quien parte y reparte se queda con la mejor parte.
Por otro lado la digitalización de la sociedad me daba vértigo. Primero por mi “analfabetismo tecnológico-digital” y segundo porque me abruma que la humanidad seamos capaces de crear herramientas que se nos van de las manos y que estén puesta mayoritariamente al servicio de quienes parten y reparten, quienes a su vez prestan servicio al capital y están desarraigados de la Tierra y de sus gentes y enfocados en estrategias y en intereses cortoplacistas. Lejos de valores comunitarios y de estrategias del bien común, principales anhelos de mi alma.
Así que entenderéis que cuando en el Club Nuevo Mundo se comenzó a hablar de Nación Digital, e incluso se publicó el libro (Tu) Nación Digital que yo misma presenté y cuya lectura recomiendo, me vi sumergida en un sinfín de contradicciones internas.
Lejos de anclarme en mis chirriadas internas he ido procurando abrir mi mente a la inevitable transformación para comprender mejor.
Nación
Uno de mis primeros pasos fue acudir a la RAE y buscar los dos términos: nación y digital
Con el término nación decidí prescindir de las acepciones que me llevaban a gobierno y territorio y por lo tanto a fronteras, y opté por quedarme con la tercera acepción:
Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.
Y decidí darle un giro a la interpretación de estas palabras. La humanidad somos un conjunto de personas con el mismo origen, los microorganismos. Más allá de la lingüística hablamos un mismo idioma, el de las emociones que son universales. Y tenemos una tradición común marcada por nuestra biología. Da igual en que parte del planeta estés, respiras, comes y cagas. Da igual que tengas mucho “poder” o que seas un “mindundi” igualmente respiras, comes y cagas. Cambian las formas pero no la esencia. Así que según este hilo de pensamiento la humanidad somos una nación.
Digital
El término digital fue toda una revelación que abrió mi mente a nuevas interpretaciones de la potencialidad de Nación Digital. Anteriormente a la búsqueda en la RAE, digital o digitalización, sólo lo podía ver en su significado tecnológico y para mí la transformación digital era tan sólo una transformación tecnológica que me ocasionaba pavor, todo sea dicho. Toda herramienta de creación humana tiene su luz y su sombra, un cuchillo por ejemplo, lo puedes utilizar para cortar una jugosa sandía o para matar a alguien. Y ampliar nuestro dominio tecnológico sin transformar el interior de las personas sólo podía significar la destrucción inminente de la humanidad.
Sin embargo, el término digital en primera acepción es lo perteneciente o relativo a los dedos. Los seres humanos tenemos dedos en manos y pies, concretamente 20 a no ser que sufras alguna malformación o amputación. Algunas voces hablan de la frecuencia 13:20 la frecuencia del cuerpo, 13 articulaciones básicas y 20 dígitos. Frecuencia ignorada por una de las principales armas de dominación y control social, el calendario gregoriano, pero esto es harina de otro costal.
Digital no es sólo una cualidad tecnológica, ni referente a los números dígitos, sino también humana, homínida, animal. Sin olvidar que dos de sus acepciones hacen referencia a nombramientos a dedo, sin duda alguna un uso y costumbre muy extendido en la sociedad, sea dicho de paso. Pero además digital es también vegetal. .
La digital es una familia de plantas herbáceas con bellas flores y usos medicinales. Un dedal dio nombre a sus flores y por ello se le llama también dedalera, y de nuevo nombro a mi pueblo en el que se dice que “costurera sin dedal cose poco y cose mal”. Sus hojas contienen una poderosa toxina, la digitalina, que afecta al funcionamiento cardiaco. Extremadamente venenosa si no se usa en la dosis correcta. La digital es un ejemplo clásico de droga derivada de una planta que es usada con mucha cautela debido al estrecho margen de seguridad terapéutica y la dificultad de determinar la cantidad de sustancia activa adecuada en las preparaciones herbales.
Y es aquí donde veo que la naturaleza nos vuelve a hablar si nos predisponemos a escuchar.
Nación Digital
La digitalización de la sociedad puede ser muy positiva si se administra en dosis correctas o puede ser letal sí se administra en exceso. Si trabajamos por una Nación Digital, entendiendo nación como el conjunto humano, y digital como tecnología, humanidad y naturaleza, la digitalización puede mejorar el funcionamiento de nuestros corazones, nuestros cuerpos y nuestra casa común.
Eso sí, mientras procuramos mejorar el mundo, hay que darse unos cuantos paseos de piel hacia adentro porque recordemos que no puedes dar lo que no tienes, en ocasiones hay que insiliarse.
Dicho lo cual invito a todas aquellas personas que usamos las tecnologías y a aquellas que además las generan, las promueven, las financian y las implantan, que tengamos siempre en cuenta el estrecho margen de seguridad al que nos enfrentamos y a que usemos un dedal simbólico para coser mucho y bien.
¿Quién sabe? Igual hasta somos capaces de trascender las fronteras y vivir en amorcracia.